Han sido demasiados años dejándolos a mi derecha cada vez que circulaba por la rotonda del Puente del Alamillo, haciĂ©ndome diversas preguntas sobre aquella vieja edificaciĂłn que todavĂa se mantenĂa en pie. DesconocĂa quĂ© podĂa haber sido y mi inquietud por descubrir aquel entorno tomĂł su fin el mismo dĂa que decidĂ adentrarme en sus entrañas.
Dos naves que las recordaba abandonadas desde principio de los años noventa, estos edificios son los antiguos Talleres de Renfe de San JerĂłnimo, concretamente la CompañĂa MZA (1915-1925) que constituĂa un conjunto ferroviario destinado a oficinas, talleres y servicios, construidos durante la segunda mitad del siglo XIX.
Sus accesos, aunque tapiados, tienen los agujeros suficientes como para la entrada y salida de personas. No olvidemos que la estructura - aunque actualmente sin techos ya que han sido robados - es el enclave perfecto para servir como asentamiento a innumerables indigentes de la zona. Eso lo sabĂa, pero jamás en la vida me esperaba encontrar semejante panorama.
Soy de los que piensa que con educaciĂłn y respeto uno puede llegar a casi todos los rincones y como no, hice uso plausible de la misma filosofĂa que predico. Tras entrar por unos de sus muros derribados y alzar la vista no era capaz de contabilizar la cantidad de mendigos que habĂan tomado esas naves como vivienda. En alguna docena de ojos pude ver el reflejo de una sorpresa más grande que la mĂa propia. Un joven con una cámara al cuello acababa de entrar en uno de los lugares más inhĂłspitos a los que seguramente ese dĂa podĂa haber accedido. ViĂ©ndome protagonista de aquella situaciĂłn desproporcionada, muy elegantemente - todo hay que decirlo - con voz calmada y tono alto saludĂ© con un educado buenas tardes y preguntĂ©: "¿Caballeros, hay algĂşn problema por hacer algunas fotos?".- y la respuesta fue inmediata: "Ninguno, todas las que quieras".
El suelo era un museo de escombros, desechos, papeles y juguetes rotos. Entre toda esa basura se podĂan encontrar colecciones de periĂłdicos de dĂ©cadas pasadas, fascĂculos por los cuales algunos sevillanos estarĂan dispuestos a pagar. Tras observar un poco el terreno y medir los riesgos comencĂ© a disparar como pude, ahora ya más preocupado por el ataque de algĂşn roedor o por el corte con algĂşn metal oxidado.
Una gran fila de tiendas de campaña, cartones, mantas y enseres eran mis vistas. Intentando molestar lo menos posible a todas aquellas familias que no hacĂan otra cosa que subsistir, fui adentrándome en cada secciĂłn de las naves, no dejándome de sorprender a cada paso que daba.
Tras más de media hora disfrutando con mi cámara e intentando recoger cada sobrecogedor elemento que componĂa ese sinfonĂa de inmundicia, tengo que decir que no tuve ningĂşn tipo de problema con todos los menesterosos que habitaban allĂ, no por ello, dirĂa que es una visita recomendada a ninguna persona. Es más, no entrĂ©is jamás.
Sorprendentemente, en una de sus naves, pudimos dar con un ejemplar bastante desarrollado de higuera, tĂpica planta mediterránea que no encuentra dificultades a la hora de asentarse en este tipo de lugares tan poco dados a la vegetaciĂłn.
Hoy en dĂa es noticia por sus incendios, su robos de materiales y los desalojos de numerosas familias que allĂ montaron sus chabolas, pero serĂa más fácil concretar diciendo que es llamativo por la indiferencia de una administraciĂłn local que no ha sabido darle soluciĂłn desde hace ya más de veinte años.
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FotografĂa
octubre 28, 2012
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Excelente, me hubiere gustado estar allà contigo para ver las caras de los inquilinos, sus rasgos y facciones, las marcas de una vida de obstáculos, desesperación y conformismo. Gran reportaje.
ResponderEliminarTremendo. He pasado muchas veces por allĂ en bicicleta y siempre pensĂ© que el interior serĂa un caos, pero nunca imaginĂ© semejante "catástrofe"... y ni mucho menos una higuera de esas proporciones.
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