Sevilla, su Semana Santa y yo

Nunca he tenido alma cofrade, mentirĂ­a si comenzase estas lĂ­neas diciendo lo contrario, intentando engalanar lo que durante años no fue - nunca mejor dicho - santo de mi devociĂłn. He sido crĂ­o de llevarle a rastras entre malas caras y alguna que otra llorera, buscando algĂşn clavo ardiendo al que poder agarrarme a mi casa y de esa manera asegurarme más que una tarde de MegaDrive y balĂłn de fĂştbol. No me culpen, no he conocido a ningĂşn infante de apenas una dĂ©cada que cambie la Semana Santa por siete dĂ­as de libertad absoluta dándole Ăłrdenes a Ryu y de haber conocido a semejante espĂ©cimen crĂ©anme que mis intenciones hubiesen sido olvidarle cuanto antes. La Semana Santa fue una fiesta que siempre se me hizo cuesta arriba, complicada, demasiado incĂłmoda para los ojos de alguien que no entendĂ­a su porquĂ©. Afortunadamente un oportuno abono a las sillas de su carrera oficial y una flamante Atary Lynx hicieron de mi rictus un cuadro distinto. Con el California Games puedo ir al fin del mundo. Fue la Ăşnica manera que encontrĂ© para endulzarme los momentos.

Ahora el tiempo, ése que normalmente suele tener la culpa de todo, ha corrido lo suficiente como para desprenderme del abono y de una Atary Lynx que conservo en mi estantería con el mismo respeto que otros el Brazo Incorrupto de Santa Teresa. Fueron muchos años que ni la pisé, que ni le miré a los ojos, ni tan siquiera la olí. Mi desinterés natural se convirtió en la rutina primaveral que año tras año no hacía más que alertarme de la cercanía de una Feria de Abril a la que tampoco crean que le dedicase excesivo tiempo. Bien se me podría definir como un bulto de carne, lo reconozco, un niño sin intención ninguna de formar parte de la idiosincrasia de su ciudad, supongo que tampoco sería por la forma en la que mis propios padres me la presentaron, sino por lo que perdí debido a la tan necesaria obligación infantil que supone que un hijo debe tener de la mano de sus progenitores. No les culpo, para nada, las cosas ocurrieron justamente como debían haber ocurrido. Gracias a ellos soy como soy, para lo bueno y para lo malo y tampoco tengo muchas quejas de mí mismo.


No sé si será porque ya no se escuchan balones botando en el patio o porque los videojuegos de ahora siguen sin tener nada que hacer con los clásicos de los noventa, pero tengo que decir que el sentimiento actual no tiene nada que ver con el de aquellos años. Tampoco voy a engañarme y escudarme de una manera fácil en la nostalgia del pasado, excusándome a mí mismo de mis palabras del ayer, culpando de este giro argumental a terceros, no, nada de éso. Puedes pretender salir corriendo de aquella sombra que tanto podría asustarte de pequeño, pero por muy rápido que fueses lo único que podrías conseguir es ocultarla con algún que otro giro. Será solo cuestión de tiempo, cuando bajes esa puta guardia que no tiene un porqué pero que tu mismo mandaste formar, para que el sol te dé en el ángulo correcto y vuelve a aparecer, eso sí, ahora más grande y llamativa, la misma sombra de la que años atrás andabas ocultándote. Nos guste o no, somos los que hemos mamado y basta que el tiempo te mande donde siempre quisiste dormir para darte cuenta que no hay una cama como la tuya propia.


Ahora me acuerdo de las palabras que hace algunos año me dijo alguien: "Cuando veo a ese Cristo no veo a un Cristo cualquiera, de hecho no veo a ese Cristo en sí, veo a mi padre viéndolo, conmigo de mi mano, emocionado, débil, humano, buscando el momento oportuno para tapárselo todo con una sonrisa y decirme que venga, que mamá quiere que le llevemos churros". Dudo mucho que el día de mañana me convierta en alguien parecido a él, pero tampoco podría negar que cuando miro atrás, cansado, alejado de esas tardes que jamás podré recuperar, sobre los hombros de mi padre, intentando adivinar entre una muchedumbre tremenda quién viene o deja de venir calle arriba, sonría. Y mírame, aquí ando a las 05:30 am, con TeleSevilla encendida, prestándole atención por primera vez en mi vida La Madrugada y escribiendo este post. Sé mejor que nadie que lo que realmente me jode de todo esto es que me haya tenido que marchar de mi casa para ver lo bonita que la tenía y dejar de una maldita vez de verle sólo las bondades a los vecinos. Quién me ha visto y quién me ve, me cago en la puta.
FotografĂ­a
marzo 29, 2013
3

Comentarios

  1. Me voy a reservar sĂłlo para mĂ­ lo que has conseguido con este post.

    ResponderEliminar
  2. "La Semana Santa se aprende viviéndola, no basta con irse a otra ciudad. Se aprende de la mano de las madres que nos llevaban de pequeños a ver a las imágenes de nuestra devoción. Se aprende en esa cátedra que son los brazos de los padres que nos sostienen de pequeños para ver los pasos. Se aprende pidiendo cera, se aprende pidiendo caramelos, hablando con los amigos; se aprende con las primeras novias en las primeras bullas de la adolescencia, se aprende creciendo y se aprende envejeciendo."

    (Carlos ColĂłn, comentarios del DVD (2004) de 'Semana Santa' (1992).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Carlos Colón, el Mike Oldfield de la ciudad de Sevilla. Lleva demasiados años viviendo de su Tubular Bells.

      Eliminar

Publicar un comentario

Search

Contacto