Museo vivo de la Guerra Civil española, la que nos viene muy bien recordar de vez en cuando para asumir la bajeza de nuestra novata democracia. Trincheras, puestos de mando, posiciones estratégicas, vestigios al fin y al cabo que hace tan sólo ochenta años estaban siendo defendidos por soldados del Bando Republicano, a la espera de que el Ejército Nacional pisase esas tierras. Imagino que en sus lomas se pudo demostrar aquello de que no hay nada más peligroso que un español acorralado.
El Cerro de las Coberteras es un lugar con magia a no demasiados kilĂłmetros de lo que supone una de las urbes menos gratificantes de España. Si quieres escapar de sus rondas de circunvalaciĂłn, de sus atascos y del agrio carácter que te termina sembrando el excesivo anonimato de una ciudad sĂşper poblada, a la otra orilla de Rivas-Vaciamadrid, tienes un lugar pacĂfico donde dejar el coche entre pinos y setos, donde pasear a la vera del Jarama y volver unas horas más tarde con el gusto que da saber que has manchado los neumáticos de campo y has respirado un poco del tan necesario aire puro.
No le he podido dedicar el tiempo que he querido, pero en sus entrañas siguen intactas algunas de las trincheras de batalla de nuestra Guerra Civil. Imagino que el terreno ya habrĂa sido peinado de cabo a rabo, pero tampoco me extrañarĂa con la posibilidad de encontrarme algĂşn sello de aquella Ă©poca, en forma de vaina o proyectil.
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abril 9, 2016
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