Bajo la existencia momentánea de opiniones enfrentadas cada persona dispone de un abanico de armas
a elegir, defensas que se alejan de espadas medievales empuñadas a dos manos, aunque en ocasiones Ă©stas pueden resultar bastante más dolorosas que el acero templado. La capacidad oratoria y argumentaciĂłn de cada cual son las principales bazas para por lo menos salir lo más airoso posible, sin olvidar que nuestros afectos y pasiones pueden llevarnos a primera fila de batalla, sin escudo, sin flechas, tan sĂłlo con el falso autoproteccionismo que a veces nos otorga la alta temperatura de nuestra propia sangre. Es por ello por lo que en ciertas ocasiones prefiero mirar para otro lado, ceder el turno y despojándome de toda capacidad para convencer al mismo diablo de sus propias bondades, mirar a los ojos y sin más, no decir nada. Siempre pensĂ© que cuantas menos personas disfrutasen de algo mĂo, de más parcela libre podrĂa disponer, justo lo que me ocurre en esta ocasiĂłn.
Ya se me escapĂł que en otro momento algo tendrĂa que contar de este lugar. PodrĂa intentar defender este fangal tratando de encontrar la manera más plausible de poseer un buen aprobado en una tesis, pero con ello tampoco lo convertirĂa en algo más recomendable, serĂa sĂłlo una forma de alimentar mi ego, produciendo de la suma de mis absurdas justificaciones el descubrimiento de algĂşn tesoro perdido y crĂ©anme, mi ego se distingue por ser ese niño que siempre se sentĂł en las Ăşltimas filas de cualquier ponencia.


Si esa tarde el viento se ha aliado contigo, sin tĂş siquiera proponĂ©rselo, podrás saber lo que se siente cuando te atraviesa el aire endemoniado que van dejando segundo atrás los motores de un Boeing 737. No soy bueno midiendo distancias, pero la sensaciĂłn es que pasan sobre tu cabeza a un buen tiro de piedra. Seguramente si le dedicase alguna que otra hora más terminarĂa encontrando las palabras más oportunas para explicarlo, no obstante una imagen vale más.
a elegir, defensas que se alejan de espadas medievales empuñadas a dos manos, aunque en ocasiones Ă©stas pueden resultar bastante más dolorosas que el acero templado. La capacidad oratoria y argumentaciĂłn de cada cual son las principales bazas para por lo menos salir lo más airoso posible, sin olvidar que nuestros afectos y pasiones pueden llevarnos a primera fila de batalla, sin escudo, sin flechas, tan sĂłlo con el falso autoproteccionismo que a veces nos otorga la alta temperatura de nuestra propia sangre. Es por ello por lo que en ciertas ocasiones prefiero mirar para otro lado, ceder el turno y despojándome de toda capacidad para convencer al mismo diablo de sus propias bondades, mirar a los ojos y sin más, no decir nada. Siempre pensĂ© que cuantas menos personas disfrutasen de algo mĂo, de más parcela libre podrĂa disponer, justo lo que me ocurre en esta ocasiĂłn.

Sevilla tiene un pequeño aeropuerto, un aeropuerto Ăntimo, de Ă©sos que reconoces como propios y te avisan antes de llegar a casa de que ya estás en tu casa. Unas instalaciones abarcables que regalan un extra de comodidad respecto a otras terminales laberĂnticas. Un aeropuerto del que no esperes grandes viajes, de hecho de seguir asĂ terminarán ofertando un puente aĂ©reo a Carmona sin tan siquiera tomar vuelo.
En algĂşn punto de su perĂmetro se encuentra una posiciĂłn privilegiada de no fácil acceso, un terreno que pone a prueba los bajos de nuestros coches y a orillas de un canal en el que espero no caer nunca. Uno de esos suelos poco agradecidos, secarrales polvorientos en dĂas secos que pueden pasar a ser sucios e incĂłmodos fangales si alguna que otra lluvĂa les saluda. Son por estas cualidades poco decorosas por las que no pretendo intentar desarrollar la magia de la que dispone. En mi ciudad resulta muy complicado captar la atenciĂłn de algo que se venga alejando del olor a incienso.


Si esa tarde el viento se ha aliado contigo, sin tĂş siquiera proponĂ©rselo, podrás saber lo que se siente cuando te atraviesa el aire endemoniado que van dejando segundo atrás los motores de un Boeing 737. No soy bueno midiendo distancias, pero la sensaciĂłn es que pasan sobre tu cabeza a un buen tiro de piedra. Seguramente si le dedicase alguna que otra hora más terminarĂa encontrando las palabras más oportunas para explicarlo, no obstante una imagen vale más.
related posts
FotografĂa
febrero 24, 2013
2
Gracias por inmortalizar una zona como es la del aeropuerto de Sevilla que trae a mi mente tantos recuerdos...
ResponderEliminarQuién no ha llevado a una chica a ver esos aviones para impresionarla, o simplemente ha ido con sus amigos a pasar el rato comiéndose una hamburguesa mientras charlabas esperando ese momento en el que esos bichos pasaran por encima de sus cabezas...
Gran entrada que como siempre hace que me salga una sonrisa de oreja a oreja.
Enhorabuena por tu trabajo.
Es que eres pa comerte. TodavĂa recuerdo la primera vez que fuimos y no dimos con el sitio exacto, eso sĂ de McDonald's nos pusimos hasta reventar. He llegado a coincidir algĂşn fin de semana con grupĂşsculos extraños de personas que montan allĂ su botellona, imagina.
Eliminar